domingo, 12 de mayo de 2024

Bernardo Vergara. El festival Eurovisión: 34.000 muertos y una canción.

El festival  Eurovisión: 34.000 muertos y una canción.

OTRA COSA:  La ley puede poner coto al impacto ambiental de la ropa de usar y tirar y Francia está intentándolo, de Raúl Rejón


Miles de personas protestan en Malmö contra Israel: “No puedo disfrutar de Eurovisión mientras hay un genocidio”, de Òscar Gelis Pons

 Òscar Gelis Pons   Malmö (Suecia) — 

sábado, 11 de mayo de 2024

Pueblos Vivos Cuenca Boletín

 5/5/2021

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Mueren casi 600.000 gallinas en el incendio de una granja de Rujamar en San Lorenzo de la Parrilla (Cuenca)

El incendio declarado en la granja avícola de San Lorenzo de la Parrilla (Cuenca) ha acabado con la vida de casi 600.000 gallinas y ha dejado un trabajador afectado por quemaduras leves.

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Denuncian vertidos con material prohibido para abonar en parcelas de Casas de Haro

La enorme cantidad de material impropio que contienen los montones, sobre todo plástico y también metal y vidrio, hacen pensar a Ecologistas en Acción que se trataría, o bien de material bioestabilizado procedente de plantas de tratamiento de residuos o de material procedente del pozo de cribados de depuradora. En ambos casos su uso está prohibido en la agricultura, por lo que se trataría de un delito.

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Las operaciones de compra de tierras de cultivo crecen un 150%

En los últimos años el mundo agro ha dejado de verse como un negocio tradicional y ha comenzado a ser un bien preciado por los inversores. ¿Por qué se han fijado en la agricultura? Porque es un valor seguro, estable y un sector muy necesario para la humanidad que es la alimentación. 

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Un columpio para Izan: el gesto de un pueblo de Cuenca con la discapacidad

El Ayuntamiento dela localidad conquense de Belmonte instala en uno de sus parques un columpio adaptado para niños con discapacidad funcional.

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LA LUCHA CONTRA LA GANADERÍA INDUSTRIAL: LA CARA…

La lucha del pueblo de El Frago frena una macrogranja porcina

El Frago es un pueblo de Huesca, con una población censada de 139 personas. Desde hace años, sus habitantes luchan contra el proyecto de macrogranja de 8.000 lechones.

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…Y LA CRUZ

Una macrogranja porcina gana la batalla judicial al Ribera del Duero

La Justicia avala la construcción de una macrogranja porcina frente a viñedos en Burgos al no considerarla una instalación industrial y negar que dañe la producción

"Teníamos previsto hacer un mirador donde se vieran los viñedos; al final he tenido que desechar el proyecto porque el mal olor que genera es tremendo" dice José Zapatero, director de la bodega El Lagar de Islilla.

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LECTURAS CRÍTICAS

El 82% de las ayudas de la PAC favorecen a la industria ganadera que más CO2 emite

Un artículo en la revista académica Nature Food indica que la mayoría de los fondos de ayuda a la producción de la Política Agrícola Común de la UE (PAC) se destina a la industria ganadera industrial, la que más contribuye al calentamiento global: el 38%, de forma directa y el 44% para la producción de piensos

Según los autores de este artículo, este apoyo desproporcionado favorece a los productos animales y establece un campo de juego desigual en el que los productos animales son más baratos de lo que serían en un mercado más justo. “Hace que las frutas, verduras y frutos secos parezcan relativamente más caros que la carne o los lácteos”.

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Mejor carne, mejor vida

Los datos subrayan la necesidad de distinguir, tanto en las estadísticas oficiales como en los discursos políticos, la producción ganadera industrial de la extensiva

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VÍDEO DE INTERÉS

Recibe el premio Goldman (el “Nobel” del ecologismo) Teresa Vicente, que promovió la ley que da personalidad jurídica al Mar Menor


RUTA SUGERIDA

Desde Valdeolivas hasta San Quílez y la piedra Molón, en la Alcarria de Cuenca

Destaca Valdeolivas por la bonita torre campanario de su iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de origen románico y declarada Bien de Interés Cultural.

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CTXT. Ganador de 'El Peor Español de la Historia'

                 

8/4/24

CTXT. Concordia, de Silvia Cosio

 Silvia Cosio 16/04/2024

Poco a poco, vamos destruyendo los consensos históricos, apelando a una falsa necesidad de matización y ecuanimidad, como si pudiéramos poner en la misma balanza a los verdugos y a sus víctimas

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Concordia

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Cuando era pequeña me llamaba mucho la atención que en las películas la gente fuera capaz de recordar con el más mínimo detalle qué era lo que estaban haciendo cuando dispararon contra Kennedy o cuando el hombre pisó la luna, por no hablar de que me parecía una extravagancia que incluso pudieran saber dónde y con quién estaban cuando tenían que dar una coartada en las series de asesinatos. Para mí era todo un misterio, pues en mi caso los días y los acontecimientos se solapaban los unos con los otros, quizás porque en eso consiste la infancia, en la ausencia de la conciencia del paso del tiempo. Uno deja de ser niño en el mismo momento en el que se da cuenta de que el tiempo existe y que además existe ajeno e indiferente a tu propia existencia, de ahí la importancia de convertirse en guardián de la memoria. Y aunque hoy en día me resultaría casi imposible poder contarle a un policía, si fuera sospechosa de asesinato, qué fue lo que hice hace una semana, a qué hora, dónde o con quién, y sé que me tengo que esforzar para recordar siquiera si cené anoche o no, nunca olvidaré que el 11S estaba en un aula defendiendo mi tesina sobre la Poética justo cuando el primer avión se estrelló contra el World Trade Center, y que cuando llegué a casa agotada y llena de orgullo aristotélico y puse la tele, apenas podía dar crédito a lo que estaba viendo, pues me costaba imaginar un mundo en el que pudieran convivir al mismo tiempo la barbarie y un grupo de gente pacífica e inofensiva hablando con pasión de un griego muerto. Puedo recordar también como si acabara de suceder hace solo unos instantes las primeras palabras que me dirigió el que todavía hoy es mi pareja, y cómo me subió el rubor a las mejillas y la vergüenza que pasé por si se había dado cuenta o el libro que estaba leyendo –y que jamás podré retomar– cuando me dijeron que mi abuela había muerto, la llamada de mi madre el 11M para pedirme que, por favor, no se me ocurriera encender la televisión, o el color del cielo, el olor a palomitas de maíz y las gomas de colores de los moñitos del pelo de mi hija el día en que nos conocimos.

Pero también guardo y atesoro recuerdos que no me pertenecen y que me fueron ofrecidos por aquellos que ya no están, recuerdos que yo también comparto con otros para que no se pierdan cuando yo deje de ser. Porque la memoria es una responsabilidad compartida. Son historias que hablan de hambre, miedo y muerte, de tías abuelas en Castilla rapadas y obligadas a desfilar por el pueblo, de la pena por no saber dónde enterraron los camaradas al hermanastro de mi abuelo cuando lo mataron en una de las últimas batallas de la guerra en Asturies, de un bisabuelo que saltaba por la ventana y se escondía en la sierra cuando la guardia civil aparecía para llevárselo, de los gusanos en los garbanzos que las monjas obligaban a mi abuela a comerse, de las mondas de patatas asadas que se servían como un manjar, de niñas que se iban a servir con doce años.

Porque lo primero que necesita la reacción para rearmarse es, precisamente, la desmemoria, para así volver a reescribir el pasado y adaptarlo a su gusto. Hace unos días me afeaban en un comentario que mis podcast siempre caían del mismo lado, que siempre contaba las cosas malas que habían hecho los nazis y que no me centraba en las cosas buenas. Y es así como, poco a poco, vamos destruyendo los consensos históricos, apelando a una falsa necesidad de matización y ecuanimidad, como si pudiéramos poner en la misma balanza a los verdugos y a sus víctimas ya que los primeros construyeron autopistas y entre los segundos había gente que los combatió violentamente. Recuerdo, ya que hablamos de memoria, que en el colegio mi profesora se saltó el tema de la Guerra Civil y el franquismo en Historia porque no quería que se reabrieran heridas, cuando lo conté en casa mi padre me dijo que eso solo lo podía decir alguien que pertenecía al bando de los que habían ganado la guerra, pues los perdedores nunca habían podido cerrar sus heridas porque ni siquiera se les dejaba hablar de ellas. Y fue entonces cuando me habló de las cunetas y de los “paseíllos”, de los fusilamientos masivos y las fosas comunes, de los campos de concentración, del exilio, las palizas y los Cuarenta Años de Paz. Mientras miles de cuerpos esperan todavía a que los desentierren de las cunetas donde fueron arrojados, los descendientes de sus verdugos nos lanzan estos días a la cara la concordia como una bofetada. Y lo hacen además con el mismo espíritu de chulo de discoteca que después de darte una paliza te pide que te calmes y que no montes un espectáculo porque tú también le contestaste mal. Pero esta vez solo pueden vencer si olvidamos.